¿Cuáles son los síntomas de la Enfermedad de Crohn?

La Enfermedad de Crohn, como una de las Enfermedades Inflamatorias Intestinales (EII), representa un desafío creciente en la sociedad actual. Al igual que la Colitis Ulcerosa, se ha observado un aumento en la incidencia de esta patología en los últimos años. Se estima que afecta a más de 100 000 personas en toda España. Es fundamental comprender mejor su origen y características, ya que puede ser incapacitante y, en algunos casos, requerir de cirugía.

En este artículo te vamos a hablar con detalle sobre ella, así como de las diferencias que hay entre la enfermedad de Crohn y la Colitis Ulcerosa.

Síntomas más habituales en la Enfermedad de Crohn

  • Dolor abdominal y calambres: Estos síntomas son comunes en la Enfermedad de Crohn. La ubicación del dolor puede variar según la zona afectada.
  • Diarrea: La inflamación intestinal puede causar diarrea persistente.
  • Pérdida de peso: La enfermedad puede afectar la absorción de nutrientes.

Además de los síntomas principales, la Enfermedad de Crohn puede manifestarse de diferentes maneras en función de dónde se produzca la inflamación:

  • Anemia y fatiga: La pérdida de sangre y la inflamación crónica se asocian a la anemia y debilidad.
  • Ojos rojos y dolorosos: La inflamación ocular (uveítis) es una posible complicación.
  • Episodios de fiebre: La inflamación sistémica puede elevar la temperatura corporal.
  • Náuseas y pérdida de apetito: La afectación del tracto gastrointestinal puede causar estos síntomas.
  • Lesiones cutáneas: A veces aparecen protuberancias rojas en la piel y mayor sensibilidad al tacto.
  • Afecciones articulares o musculares: La inflamación también tiene la capacidad de afectar a las articulaciones y los músculos.

Diferencias entre la Enfermedad de Crohn y la Colitis Ulcerosa

  • La Enfermedad de Crohn puede afectar cualquier parte del sistema digestivo, desde la boca hasta el ano, mientras que la Colitis Ulcerosa se localiza principalmente en el intestino grueso (colon y recto).
  • La Enfermedad de Crohn es menos frecuente (42 % de los casos de EII por el 58 % de la Colitis Ulcerosa) y puede causar inflamación en cualquiera de las capas del intestino.
  • Las fístulas (conexiones anormales entre órganos) son más comunes en la Enfermedad de Crohn.
  • Otras complicaciones propias de la Enfermedad de Crohn incluyen obstrucción intestinal, deshidratación, lesiones intestinales graves y mayor riesgo de cáncer colorrectal.

Tratamientos para la Enfermedad de Crohn

La Enfermedad de Crohn es una afección crónica sin cura definitiva, lo que significa que el tratamiento se centra en aliviar los brotes y mejorar la calidad de vida del paciente. Existen medicamentos efectivos, como aminosalicilatos, corticoesteroides, inmunomoduladores y terapias inmunológicas, que ayudan a controlar los síntomas. Además, en algunos casos se recomienda reposo intestinal, que puede implicar una dieta blanda o incluso ayuno temporal.

Debido a las complicaciones que pueden surgir durante el curso de la enfermedad, más del 50 % de los pacientes con Enfermedad de Crohn eventualmente requieren cirugía. Esto contrasta con la Colitis Ulcerosa, donde solo entre el 10 % y el 20 % de los pacientes necesitan intervención quirúrgica.

Cirugía para tratar la Enfermedad de Crohn

Las operaciones en la Enfermedad de Crohn varían según la gravedad y el problema específico del paciente. Pueden incluir la extirpación de una parte del intestino, la corrección de obstrucciones, el tratamiento de fístulas, la detección de hemorragias o la creación de una ostomía. Estas intervenciones se realizan para mejorar la salud general del paciente y, en algunos casos, para corregir problemas que podrían poner en riesgo su vida.

Las cirugías requieren anestesia general y hospitalización durante varios días o incluso semanas. Además, se necesita un período de reposo posterior, que puede extenderse hasta un mes.

Causas de la Enfermedad de Crohn: ¿se puede prevenir?

Aunque no se conocen las causas exactas de la Enfermedad de Crohn, se cree que factores autoinmunes, el uso de antibióticos, dietas inadecuadas y antecedentes familiares pueden contribuir a su aparición. Para reducir el riesgo, se recomienda llevar una alimentación equilibrada, mantener un estilo de vida saludable, moderar el uso de medicamentos y gestionar el estrés y la ansiedad.