19A lo largo de nuestra vida, experimentamos un gran número de situaciones y eventos. Y algunos de ellos, por su relevancia e impacto, pueden acabar provocándonos una profunda huella psicológica que, además de llegar a condicionar a largo plazo la forma en la que afrontamos nuestro día a día, también pueden amenazar nuestra integridad física y mental. Uno de los ejemplos más claros es el trastorno de estrés postraumático complejo, del que queremos hablarte hoy en profundidad.
¿Cuál es el origen del estrés postraumático complejo?
Para entenderlo tenemos que hablar del trastorno de estrés postraumático (TEPT), una enfermedad de salud mental que tiene su origen en un evento traumático que provoca una situación de estrés o terror extremo en la persona.
Por sus características, normalmente conlleva una situación en la que la vida del afectado estuvo en peligro, como una guerra, un desastre natural, una agresión sexual o un accidente. Aunque también se dan casos en los que lo sucedido no comporta un gran riesgo físico, sino que la persona recibe un impacto emocional fuerte, como el fallecimiento de un allegado.
Se trata de un problema muy estudiado durante el s. XX, porque muchos soldados de las guerras de este período lo presentaron tras regresar a sus casas. De hecho, a raíz de la I Guerra Mundial, y mucho antes de que fuera considerado como un trastorno en los años 80, se acuñó el término ‘neurosis de guerra’ para definir la extraña situación en la que quedaban los veteranos, y en la que presentaban síntomas como amnesia, cefaleas, tinnitus, mareos, temblores, hipersensibilidad a los ruidos, neurastenia aguda y, en los peores casos, trastornos de conversión, mudez o fugas disociativas.
El estrés postraumático complejo, un paso más allá del TEPT
Pese a que el TEPT está ya bien definido, es un campo de estudio que puede presentar diferentes aristas. Por eso, desde hace unos años se ha realizado un nuevo enfoque para analizar aquellos casos en los que la persona, sea niño o adulto, se ve expuesta de forma continua (crónica) y prolongada a una serie de traumas interpersonales. Lo que la lleva a desarrollar unos trastornos psicológicos que no figuran entre los criterios diagnósticos que previamente se habían establecido para el trastorno de estés postraumático.
Se trata de situaciones de estrés o terror generadas por otra persona y de forma reiterada —generalmente del círculo cercano, como un familiar—, por lo que pueden acabar teniendo un impacto perjudicial para la identidad, la personalidad, las relaciones humanas y la regulación emocional de quien las sufre.
El trastorno de estrés postraumático complejo comenzó a estudiarse en la década de 1990, a raíz de que en 1991 la psiquiatra Leonore Terr estableciera dos tipos de trastorno de estrés postraumático en la infancia en función de su gravedad y manifestaciones clínicas: el primero causado por un trauma repentino y único, y el segundo (más grave) de carácter múltiple y crónico. Así, posteriormente (1992), la psiquiatra Judith Hermann profundizó en esta distinción y acuñó el término en dos de sus publicaciones, el cual actualmente también se conoce como TEPTC, TEPT complejo o DESNOS (Disorder of Extreme Stress Not Otherwise Specified).
Secuelas del estrés postraumático complejo
En 2020, fue incluido por la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11), si bien todavía no figura en la última versión del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) de la Asociación Americana de Psiquiatría. Por lo tanto, se trata de un trastorno de reciente estudio, pero que ya se distingue por las secuelas que provoca en la persona afectada, y que generalmente influyen en su capacidad para regular y controlar sus emociones y comportamientos.
Por lo tanto, en los trastornos de estrés postraumático complejo, podemos encontrar situaciones en las que el individuo:
- Ve alteradas sus relaciones personales, pues presenta conductas de evitación que le llevan a aislarse socialmente, a desconfiar de los demás, a tratar de no recordar el trauma, a bloquear sus pensamientos y emociones e incluso a mostrar insensibilidad emocional.
- Presenta alteraciones o fragmentaciones en su conciencia, memoria, identidad o percepción de sí mismo y/o del entorno. Es habitual mostrar una disociación de la realidad, mostrándose como una persona desconectada, despersonalizada o desrealizada. También puede tener una percepción negativa de sí mismo, con sentimientos de culpabilidad, vergüenza o inutilidad.
- Cambia de forma negativa su forma de pensar y su estado de ánimo. Suele experimentar cambios de humor habituales y drásticos, mostrarse disfórico e irritable, tener enfados intermitentes o problemas para gestionar su ira. Lo que puede ir acompañado de conductas impulsivas e incluso autodestructivas, así como de depresión y malestar somático: dolores de cabeza, problemas gastrointestinales, dolor crónico o molestias inespecíficas en el cuerpo.
- Tiene recuerdos intrusivos: se ve afectado por pensamientos y evocaciones sobre los episodios traumáticos que vivió en el pasado, incluyendo flashbacks y pesadillas.
Es habitual que las personas que padecen un trauma complejo hayan sido víctimas durante su infancia de sus cuidadores primarios, lo que las lleva a distorsionar sus patrones de vinculación efectiva y, por tanto, a tener problemas para autorregularse a nivel emocional y para desarrollar sus habilidades básicas de personalidad. De ahí que incluso en 2005 el psiquiatra neerlandés Bessel van der Kolk propusiera una nueva definición para estos casos, la del trastorno traumático del desarrollo.
Diagnóstico y tratamiento del trastorno de estrés postraumático complejo
Para determinar si la persona padece un TEPTC, el profesional de la salud mental (un psicólogo o psiquiatra), ha de tener en cuenta el historial de traumas de la persona, su estado emocional y su comportamiento. A través de una evaluación detallada de estos aspectos, elabora un diagnóstico y un tratamiento, si es que este resulta necesario.
Hay que tener en cuenta que, si no se trata adecuadamente, el trastorno de estrés postraumático complejo puede tener una incidencia importante en la vida del paciente, afectando a su capacidad para socializar, trabajar e incluso cuidar de sí mismo. No en vano, puede ser el desencadenante de otros trastornos, como ansiedad, depresión, abuso de sustancias o pensamientos suicidas.
Por lo tanto, es fundamental acudir al especialista en caso de presentar un historial traumático y alguno de los síntomas mencionados. Este valorará al paciente y podrá pautarle un tratamiento integral y personalizado, incluyendo terapia psicológica (de tipo cognitivo-conductual, basadas en el trauma y de esquemas), la prescripción de fármacos, el aprendizaje de técnicas de autorregulación (como meditación o mindfulness) y respiración, y la participación en grupos de apoyo social.
Aunque el trastorno de estrés postraumático complejo puede implicar un proceso de recuperación largo y exigente, es una situación que se puede superar con un tratamiento adecuado. Y que, por tanto, puede tener un final feliz, en el que el paciente deje atrás esos episodios traumáticos y disfrute de una vida plena.
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