La Insuficiencia Venosa Crónica, conocida por sus siglas como IVC, es la incapacidad de las venas para realizar el adecuado retorno de la sangre al corazón, lo que provoca su acumulación en las piernas, dando lugar a diferentes síntomas y problemas.
Esta patología es una de las más demandadas dentro de la especialidad de Geriatría.
Las principales manifestaciones de la Insuficiencia Venosa Crónica son las varices y las piernas cansadas.
Cuando las venas de las piernas pierden elasticidad, se dilatan y provocan que sus válvulas estén muy separadas unas de otras y no cierren bien. Como consecuencia, la sangre, atraída por la fuerza de la gravedad, se acumula en las piernas. El sedentarismo y la falta de ejercicio también pueden predisponer al desarrollo de esta patología.
Su prevalencia aumenta con la edad, ya que a partir de los 50 años, la mitad de la población la padece. Con el paso de los años, el revestimiento elástico de las venas empieza a debilitarse, incrementando así la posibilidad de que las venas se dilaten.
El control de los signos y la evolución de la IVC es importante para evitar que el paciente presente complicaciones, como tromboflebitis o trombosis venosa profunda.
Por este motivo, es importante un abordaje integral de la patología, con el objetivo de reducir la evolución de la IVC y minimizar la aparición de complicaciones que puedan comprometer la vida del paciente.