Las alergias estacionales causan picor en la piel, goteo nasal, estornudos y, algunas veces, picor en los ojos y ojos llorosos e inyectados en sangre. Aparecen solo durante ciertas épocas del año, especialmente en primavera, en verano o en otoño, dependiendo de la sustancia que cause la alergia.
Los síntomas se presentan principalmente en la membrana que recubre internamente la nariz, lo que da lugar a rinitis alérgica, o en la membrana que recubre los párpados y la parte blanca de los ojos (conjuntiva), lo que provoca conjuntivitis alérgica. Muchas personas con rinitis alérgica también sufren asma (lo cual produce sibilancias).
El polen que da lugar a la fiebre del heno varía en cada estación. De este modo, en primavera suele provenir de los árboles (roble, olmo, abedul, haya, álamo y olivo), en verano de las gramíneas y malezas y en otoño, de la ambrosía.
Las alergias estacionales se pueden iniciar prácticamente en cualquier momento de la vida de una persona, aunque se suelen desarrollar cuando la persona tiene unos 10 años.
Su máxima expresión llega a principios de la segunda década de vida y los síntomas suelen desaparecer en etapas posteriores de la vida adulta.
No existe ninguna cura definitiva de la alergia estacional, pero es posible aliviar su sintomatología reduciendo o eliminando la exposición a los alérgenos.
Las pruebas de punción cutáneas pueden ser útiles para confirmar el diagnóstico y para identificar el alérgeno. Para la realización de estas pruebas, se coloca una gota de cada extracto en la piel y, a continuación, se pincha con una aguja. Luego los médicos observan para ver si hay una reacción de pápula y eritema (una hinchazón pálida, ligeramente elevada rodeada por un área roja).
Los tratamientos más habituales suelen basarse en inhaladores nasales de corticosteroides, antihistamínicos, descongestivos, colirios e inmunoterapia alergénica.