Algunas de las consultas más realizadas por los pacientes dentro de la especialidad de Pediatría se hacen acerca de las vacunas.
La vacunación es el método más eficaz (junto con la potabilización del agua y la depuración de las aguas residuales) para disminuir la mortalidad de las enfermedades infecciosas, mejorar la salud de las personas y aumentar la esperanza de vida.
Las vacunas están constituidas por gérmenes enteros, vivos o muertos, o por fracciones de los mismos, pero sin su capacidad patógena o con la misma amortiguada, siendo su objetivo estimular a la inmunidad para que se creen mecanismos defensivos ante un posible contacto de nuestro organismo con el germen salvaje.
Las vacunas son medicamentos biológicos, termosensibles y fotolábiles que pueden verse degradados por el frío, el calor y la luz, lo que puede ocasionar una pérdida en su capacidad inmunizante. Por esta razón, la cadena de frío es fundamental para mantener la efectividad de las vacunas y se debe mantener desde que la vacuna se crea en el laboratorio fabricante hasta que se aplica al niño.
Las vacunas, como cualquier medicamento, pueden causar reacciones adversas leves, moderadas o graves; además, a diferencia de otros medicamentos, se administran a personas sanas con una finalidad preventiva y por ello es necesario que su perfil de seguridad sea máximo. El desarrollo tecnológico en los procesos de fabricación alcanzados en las últimas décadas, la calidad de los ensayos clínicos en los que se estudian las vacunas y el mejor conocimiento de la acción inmunobiológica de las mismas ha permitido la síntesis de vacunas más eficaces y más seguras.
Las reacciones más frecuentes a una vacuna son locales leves (dolor, enrojecimiento, induración o nódulos) y las reacciones generales leves (fiebre, irritabilidad, malestar general o cefalea).